Ojeada.

Amargas ventanas de panela,
tan profundas en percepción
y agudas cuando se clavan
en un dulce augurio de muerte,
como niño que tienta su suerte
y por arte de amar queda inerte

Malcriado mirar de canela
que cual caramelo me desempapela
el alma en un tirón calmado
de cómodo mutismo consensuado

Siempre por vos
Y tus hilos de candela
que en el huso de mis velas
tejo sueños de silencio
y de tus sueños 
me aquerencio

. . .

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