Facilidad.

Todos huyen. Corren. Es que es lo más fácil.

Ver afuera es más sencillo que ver adentro. Todos rayan la superficie y con eso les basta para alimentar su descuidado ego.

Todos conocen a todos, pero nadie conoce a nadie. Ciegos que, viendo, no ven.

Hay que saber discernir, pero para discernir hay que reconocer. El problema es que ese reconocimiento gasta energía y nadie quiere gastar energía, mucho menos tiempo.

Todos se quedan en la superficie por una sencilla razón.

Es lo más fácil.

La conveniencia de lo trivial.

Entonces los sentimientos comienzan a flocerer por lo trivial, alimentado por el ideal, que llena los huecos que lo trivial deja en su carencia.

Hasta que las personas llegan a conocerse a profundidad -Cosa a la que se negaron al principio a beneficio de la facilidad- Y sólo cuando se ven, después de un largo tiempo esquivos, a los ojos; se dan cuenta del error. Y el ideal hace implosión.

Y todo termina en un hermoso desastre, canciones deprimentes, varias cajas de cigarros y charlas reflexivas.

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