Bifurcación.

Esto, más que una anécdota, reflexión, cuento o crítica, es un ensayo dedicado a uno de los momentos que constituyen y siguen en agregado al arco de mi vida joven que traspasaré hacía la madurez, cuya piedra angular es mi propio nacimiento y las consiguientes piedras eventos significativos que cambian indiscutiblemente mi rumbo.

La vida es una sucesión de momentos que nacen y se destruyen creando momentos nuevos en una orgía caótica y repetitiva de emociones y apegos, en la que el cambio es una constante y el olvido, muchas veces, necesario. Sin embargo de este acto humano y dinámico de renovación también nacen algunos momentos destinados a perdurar incluso mucho más allá de la vida de aquel que los pare.

Y es, precisamente, uno de estos momentos el que me lleva a redactar este texto.

La persona que inventó el concepto de destino habrá tenido o una vida muy desgraciada o una vida extensamente privilegiada, pues este concepto solo se entiende cuando un suceso es lo suficientemente pesado, por tiempo, intensidad o repetición como para generar la creencia de que fue decidido así por una fuerza superior a las que rigen la naturaleza científica que conocemos.

Yo no creo en el destino, pero ya puedo decir con certeza que tengo una completa empatía con la motivación de aquel que llegó a esa idea.

Podría por un segundo confundirse, a una mente pragmática, con destino a todos los eventos que sucedieron para llevar a cabo el encuentro que, hace ya 9 años, me permitió conocer a quién es hoy día la persona más importante en vida justo al lado de mis familiares más cercanos. Del pasillo de un colegio nuevo para mi nació una amistad que en si trasciende por mucho la propia palabra que la define, y que, sin compartir la misma sangre, es gracias al azar mi hermano.

César no es un nombre de reyes en vano. Pues siempre has sido más que rey, líder, director, secretario general, guía. Cada logro alcanzado por ti ha sido consumido por mi como combustible para conseguir los míos propios, motivación indispensable que en mi cielo brilla más alto que la estrella del norte.

Hemos recorrido un camino tan variado como la vida lo permite, desde la carretera mejor pavimentada hasta el charco de fango, y, sacando las patas del barro siempre hemos continuado adelante. Un camino que nos ha llevado a lugares distintos, mundos distintos y universos distintos. 

Sin embargo siempre ha sido eterno ese lugar de encuentro sagrado en el que todo coincide y donde somos nosotros sin contemplación a opiniones ajenas, donde las tonterías infantiles, muecas tontas y ademanes obscenos cobran una importancia casi existencial.

En este instante nuestros caminos están separados, y si, que frase tan cliché. Pero me gustaría agregar que esta bifurcación es solo espacial, pues cuando nuestras vidas transcurren aparte en el espacio, el tiempo en ese lugar sagrado se paraliza a la espera de un nuevo encuentro en el que la libertad, el amor fraterno y la felicidad siempre están presente.

De ti he aprendido más que Alejandro Magno de Aristóteles y cada enseñanza que he recibido impregnará de ahora en adelante y hasta que duren mis días cada una de mis palabras, cada una de mis acciones.

A tus posibilidades solo las limita los limites de tu imaginación y, lo puedo asegurar con la mano derecha en cualquier libro sagrado, la tuya no los tiene.

Para mi compañero, amigo, hermano y futuro padrino de mi prole 
César José Hernández Bonezzi.

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