Preguntas I

¿Cómo sería una existencia en la que todo se diera por cierto?


La ironía necesaria de comenzar esta entrada con una pregunta, para que ésta se responda a si misma.

Lo cierto es que toda pregunta nace de un mismo concepto, la duda. El hecho de no aceptar las supuestas verdades como ciertas y, de una manera u otra, analizar su certeza. La duda a su vez nace del pensamiento crítico que, como lo dice su nombre, se fundamenta en el pensamiento. Pensamiento que se elabora a partir del encadenamiento de ideas y razonamientos que dan forma a la conciencia.

En resumen, lo que nos hace seres críticos, pensantes y conscientes, es la capacidad de dudar y cuestionar la naturaleza de los fenómenos que componen la naturaleza, en un principio visible, y posteriormente con el desarrollo cognitivo de la especie, lo existencial e intangible.

Con la primera pregunta nació el hombre.

Y, si bien no hay manera práctica de saberlo, es bastante fácil deducir cual fue está pregunta fundamental que nos catapultó como especie al peldaño más alto del desarrollo evolutivo:

¿Quién soy?

Imagina al hombre primitivo dejando en reposo el instinto de caza, observando sus manos, contemplando su reflejo en un cuerpo de aguas calmas y llegando al razonamiento de está cuestión fundamental.

  ¿Quién soy? -Se preguntó el hombre de las cavernas-. Pero prosiguió, después de un instante de burda reflexión, con su camino, pues el grupo se alejaba de el. Y eran tiempos peligrosos en los que el hombre seguía siendo presa más que depredador.

La respuesta, con la poca capacidad intelectual de nuestras especies previas, era poco relevante en el momento y palidecía en contraste con el significado que tenía el hecho de la pregunta per se. En aquel momento toda aquella existencia previa se hizo básicamente irrelevante, pues no era existencia reconocida. El hombre, como ser pensante, nació al momento en que reconoció haber nacido. Y como aquel hombre de las cavernas, muchos más observaron su reflejo y se hicieron la pregunta madre.

No fue mucho el tiempo para que de esta primera pregunta, con esta nueva experiencia, el hombre contemplara a su acompañante, al otro sujeto a su lado, que, salvo pequeñas diferencias imperceptibles en aquel reflejo de agua, eran completos semejantes.

Y la pregunta creció. El individualismo se dejó atrás (como la evolución siempre ha enseñado que debe ser) y la concepción de grupo surgió.

Especie, lo llamamos ahora.

¿Quienes somos?

Lo pensamos en aquel entonces.

Espera, y

¿Adonde vamos?

Le preguntó aquel indígena primitivo a su compañero de caza. "¿A dónde más? A buscar la comida, imbécil." le respondió ignorando la trascendencia y amplitud que aquella pregunta suponía. Ignorando aún más que había sido el primero de su especie en utilizar el sarcasmo. Un genio inesperado de la comedia y el pionero de uno de los tantos placeres de la vida.

Pero más pronto que tarde muchos otros comenzaron a ver el horizonte como algo inalcanzable, sus pies como herramientas de movimientos perpetuos y sus vidas como algo que se iba tan rápido como su presa corriera o sus arbustos se quedaran sin frutos. Algunos otros que regresaban sobre sus pasos, caminando en círculos distancias kilométricas hacia su punto de origen, se encontraron con la sorpresa de que los recursos que ellos pensaban consumidos volvían a estar en su sitio.

Los animales recorrían los pastos sin tener ni idea del peligro inminente del hambre del hombre, las planta crecían verdes y frondosas, llenas de frutos jugosos y provocativos. La vida siempre sigue su rumbo.

Aquí nos quedamos, pensó el primer visionario de comunidades, o ¿Acaso el primer vago de la historia? Eso es algo que nunca sabremos. Pero así fue, allí se quedaron. Comprendieron la magia de las semillas, el milagro de la vida vegetal, y la alianza con especies de animales que, más que de comida, servían de compañía, fuerza bruta y (por qué no) de moneda para intercambios.

Maíz, trigo, arroz y muchos otros cultivos que solo servían de excusa para los preciados campos de cebada (el tiempo les dio la razón) fueron la base de la sociedad agricultora, los primeros asentamientos, pueblos y ciudades.

Y el comerciante, que iba de pueblo en pueblo ofreciendo piedras y brebajes, sentía una intensa y muy familiar nostalgia en cada una de sus largas caminatas. Como si caminar estuviera en su ser, como si esto lo hubiera hecho antes, en otra vida (sin saber que su especie había caminado antes por esos caminos). Y con esta pensamiento en su cabeza se detuvo un momento, volteó su cabeza y observó el horizonte que otrora tendría el pueblo, que hace días había dejado, a la vista.

Y del horizonte, o al horizonte, preguntó.

¿De donde venimos?

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