Pequeña introducción al amor.
Amor.
La palabra "amor" proviene de la misma locución en latín "amor". Latín que a su vez lleva su origen en la raíz indoeuropea "amma", voz infantil que se le daba a "madre", formándose el verbo latín "amare" que, junto al sufijo -or (indicando efecto de) obtenemos la palabra primeramente descrita.
Una palabra que desde su origen cobra un significado básicamente maternal, una emoción madre, un motivo mecánico para seres, de conciencia, inferiores y altamente reflexivo y condicionante para el ser humano.
Es un concepto que abarca un sin fin de perspectivas en diferentes disciplinas:
Desde un punto de vista estrictamente científico es un impulso que nace en los mamíferos a partir de la necesidad de mantener vivas a las crías que, en el caso de la especie humana, toman un largo tiempo de crianza hasta generar progenie independiente del cuidado fraterno. Evolutivamente es una necesidad que nos impulsa a establecer un vínculo relativamente monógamo y duradero, para garantizar la correcta formación de esta progenie, durante el largo de tiempo de formación que requieren.
En cuanto a la perspectiva biológica y filogénetica que nos ha llevado a nuestras características actuales,, el marco neurológico se ha ido adaptando para suplir adecuadamente esta necesidad Para la especie humana, según la bióloga y antropóloga estadounidense Helen Fisher, el amor como experiencia neuroquímica se resume en tres etapas: Lujuria, etapa en el que la que rige el deseo sexual, con un marcado aumento de testosterona y estrógenos; Atracción, caracterizada por la elección basada en requisitos que se buscan en una posible pareja, con aumento de neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y la norepinefrina; y la última y más duradera, el Apego, a través del cual se generan relaciones de larga data, predominando la oxitocina y la vasopresina. Según estudios de neuroimágenes, estos cambios se dan fundamentalmente en el sistema límbico, porción anatomofuncional del encéfalo relacionada con el sistema de recompensa, el instinto, la euforia y las representaciones abstractas del medio y de el propio ser.
En palabras de Fisher en su libro "¿Por qué Amamos?: "El amor romántico es un ímpetu, un deseo, una necesidad, un impulso primigenio del apareamiento que a veces puede ser más poderoso que el hambre." Cita extraída de su libro "¿Por qué Amamos?".
Esto sienta las bases neurobiológicas para la definición más actual de amor, como se puede leer en el libro "Una Teoría General del Amor", escrito por tres reconocidos psiquiatras catedráticos de la University of California en San Francisco. Basados en diversos estudios sobre el aislamiento, el contacto físico, afecto y desarrollo sociocognitivo; llegan a la conclusión de que este sentimiento se basa en un fenómeno que denominan como "Resonancia Límbica". Este fenómeno establece que nuestra química afectiva no es algo aislado de cada organismo sino algo más bien en tono con el de aquellos otros organismos que nos rodean y componen nuestro círculo social más cercano.
Siendo un fenómeno que incluye complejas vías nerviosas y un número significativo de neurotransmisores, la influencia en el comportamiento de cada individuo es ampliamente determinante, lo que nos lleva a la consideración conductual de éste.
El psicólogo Robert Sternberg define el amor como un triangulo que se compone de tres elementos afectivo-conductuales que son la pasión, la intimidad y el compromiso. Las diversas combinaciones de estos tres elementos determinan el tipo de amor que se asocia a cierto individuo, desde la amistad (que consta sólo del componente de intimidad) hasta el amor consumado (que consta de los tres elementos).
Según los trabajos del psiquiatra Scott Peck basados en el estudio del amor y la maldad, como altruismo y narcisismo; el amor es una combinación armoniosa entre la preocupación por el crecimiento espiritual del otro y el narcisismo puro, siendo un concepto trascendente más allá de lo que se entiendo como "bien" o "mal". Siendo algo que trasciende límites impuestos por la moralidad nos lleva a pensar en el concepto de pulsiones propuesto por Freud, que son estados que causan tensión en la homeostásis del sistema psíquico de un individuo y que deben ser resueltos para volver a un estado de equilibrio. Siempre poniendo en contraposición elementos contrarios para formar una pulsión dicotómica (característica curiosamente dialéctica). Esta teoría de las pulsiones viene a ser refinada por el psiquiatra húngaro Léopold Szondi, sentando los precedentes de la antropología psicoanalítica por el carácter social que le confería a las mismas. Éste estableció 4 pulsiones principales compuestas por 8 necesidades que determinan el arquetipo de acciones instintivas de un individuo determinado. La necesidad H viene a determinar la necesidad de afecto, bandeándose entre el afecto propio y el colectivo, y la necesidad S viene a determinar la necesidad de sadismo, expresándose en sadismo hacia el otro o masoquismo. Estas necesidades juntas forman la pulsión S que viene a determinar la esfera sexual y afectiva del hombre, y como distintos arquetipos interaccionan para formar vínculos sociales entre distintos individuos.
El carácter ulteriormente social del fenómeno amoroso nos deja con la definición (superficial pero precisa) que le da a éste el psicoanalista y sociólogo alemán Erich Fromm: "El amor es una decisión, es un juicio, es una promesa. Sí el amor fuera sólo un sentimiento, no habría base para amarse el uno al otro por siempre. Un sentimiento viene y debe irse. ¿Cómo puede determinar que estará para siempre cuando el acto no incluye juicio y decisión?". Esta definición deja en clara evidencia el carácter, en principio inconsciente, pulsional, del amor; pero, avanzado en el tiempo, consciente, cuando se agrega el compromiso y apego al mismo.
Con esta base conceptual podemos extraer un paquete importante de conclusiones acerca de lo que el amor es, en experiencia y práctica.
Más allá del ego, lo carnal y lo reproductivo, se expresa como una necesidad de crecer y ver crecer que nos lleva a grandes modificaciones de nuestra conducta como individuos y como sociedad. Parte del arquetipo planteado por el equilibrio de nuestras pulsiones y cómo éstas determinan nuestra imagen consciente e inconsciente de nosotros mismos. El amor propio se reduce a una estabilidad psiconeurológica de nuestra personalidad con respecto a la imagen del "yo", y la consecuente secreción correcta de neurotransmisores que sólo se ve afectada en ciertas condiciones patológicas de la conducta. Requiere que nuestro sistema límbico esté en su completa capacidad de establecer sintonía o resonancia con el de nuestros congéneres más cercanos. La salud del pensamiento, expresada en este amor hacía uno mismo, es necesaria para poder extender ese amor fuera del sistema individual.
Cuando se comprende esto entendemos que el amor es algo que va más allá de suplir carencias, de llenar vacíos emocionales o cumplir con una necesidad biológica transitoria. Que es un sentimiento, un juicio y una conducta que se fundamenta en la acción repetida de compartir estados de bienestar, malestar y experiencias en general. Que la posesión es algo que se encuentra bastante alejado de una concepción científica de lo que se determina como amor, ya que esta posesión limita el crecimiento intra e interpersonal de aquellos que están involucrados en esta relación de afecto.
Y que en carácter de fenómeno social (siendo seres creados a partir de nuestras relaciones sociales), como dice una de mis películas favoritas: “El amor es lo único que somos capaces de percibir que trasciende las dimensiones del tiempo y del espacio”.
Es un concepto que abarca un sin fin de perspectivas en diferentes disciplinas:
Desde un punto de vista estrictamente científico es un impulso que nace en los mamíferos a partir de la necesidad de mantener vivas a las crías que, en el caso de la especie humana, toman un largo tiempo de crianza hasta generar progenie independiente del cuidado fraterno. Evolutivamente es una necesidad que nos impulsa a establecer un vínculo relativamente monógamo y duradero, para garantizar la correcta formación de esta progenie, durante el largo de tiempo de formación que requieren.
En cuanto a la perspectiva biológica y filogénetica que nos ha llevado a nuestras características actuales,, el marco neurológico se ha ido adaptando para suplir adecuadamente esta necesidad Para la especie humana, según la bióloga y antropóloga estadounidense Helen Fisher, el amor como experiencia neuroquímica se resume en tres etapas: Lujuria, etapa en el que la que rige el deseo sexual, con un marcado aumento de testosterona y estrógenos; Atracción, caracterizada por la elección basada en requisitos que se buscan en una posible pareja, con aumento de neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y la norepinefrina; y la última y más duradera, el Apego, a través del cual se generan relaciones de larga data, predominando la oxitocina y la vasopresina. Según estudios de neuroimágenes, estos cambios se dan fundamentalmente en el sistema límbico, porción anatomofuncional del encéfalo relacionada con el sistema de recompensa, el instinto, la euforia y las representaciones abstractas del medio y de el propio ser.
En palabras de Fisher en su libro "¿Por qué Amamos?: "El amor romántico es un ímpetu, un deseo, una necesidad, un impulso primigenio del apareamiento que a veces puede ser más poderoso que el hambre." Cita extraída de su libro "¿Por qué Amamos?".
Esto sienta las bases neurobiológicas para la definición más actual de amor, como se puede leer en el libro "Una Teoría General del Amor", escrito por tres reconocidos psiquiatras catedráticos de la University of California en San Francisco. Basados en diversos estudios sobre el aislamiento, el contacto físico, afecto y desarrollo sociocognitivo; llegan a la conclusión de que este sentimiento se basa en un fenómeno que denominan como "Resonancia Límbica". Este fenómeno establece que nuestra química afectiva no es algo aislado de cada organismo sino algo más bien en tono con el de aquellos otros organismos que nos rodean y componen nuestro círculo social más cercano.
Siendo un fenómeno que incluye complejas vías nerviosas y un número significativo de neurotransmisores, la influencia en el comportamiento de cada individuo es ampliamente determinante, lo que nos lleva a la consideración conductual de éste.
El psicólogo Robert Sternberg define el amor como un triangulo que se compone de tres elementos afectivo-conductuales que son la pasión, la intimidad y el compromiso. Las diversas combinaciones de estos tres elementos determinan el tipo de amor que se asocia a cierto individuo, desde la amistad (que consta sólo del componente de intimidad) hasta el amor consumado (que consta de los tres elementos).
Según los trabajos del psiquiatra Scott Peck basados en el estudio del amor y la maldad, como altruismo y narcisismo; el amor es una combinación armoniosa entre la preocupación por el crecimiento espiritual del otro y el narcisismo puro, siendo un concepto trascendente más allá de lo que se entiendo como "bien" o "mal". Siendo algo que trasciende límites impuestos por la moralidad nos lleva a pensar en el concepto de pulsiones propuesto por Freud, que son estados que causan tensión en la homeostásis del sistema psíquico de un individuo y que deben ser resueltos para volver a un estado de equilibrio. Siempre poniendo en contraposición elementos contrarios para formar una pulsión dicotómica (característica curiosamente dialéctica). Esta teoría de las pulsiones viene a ser refinada por el psiquiatra húngaro Léopold Szondi, sentando los precedentes de la antropología psicoanalítica por el carácter social que le confería a las mismas. Éste estableció 4 pulsiones principales compuestas por 8 necesidades que determinan el arquetipo de acciones instintivas de un individuo determinado. La necesidad H viene a determinar la necesidad de afecto, bandeándose entre el afecto propio y el colectivo, y la necesidad S viene a determinar la necesidad de sadismo, expresándose en sadismo hacia el otro o masoquismo. Estas necesidades juntas forman la pulsión S que viene a determinar la esfera sexual y afectiva del hombre, y como distintos arquetipos interaccionan para formar vínculos sociales entre distintos individuos.
El carácter ulteriormente social del fenómeno amoroso nos deja con la definición (superficial pero precisa) que le da a éste el psicoanalista y sociólogo alemán Erich Fromm: "El amor es una decisión, es un juicio, es una promesa. Sí el amor fuera sólo un sentimiento, no habría base para amarse el uno al otro por siempre. Un sentimiento viene y debe irse. ¿Cómo puede determinar que estará para siempre cuando el acto no incluye juicio y decisión?". Esta definición deja en clara evidencia el carácter, en principio inconsciente, pulsional, del amor; pero, avanzado en el tiempo, consciente, cuando se agrega el compromiso y apego al mismo.
Con esta base conceptual podemos extraer un paquete importante de conclusiones acerca de lo que el amor es, en experiencia y práctica.
Más allá del ego, lo carnal y lo reproductivo, se expresa como una necesidad de crecer y ver crecer que nos lleva a grandes modificaciones de nuestra conducta como individuos y como sociedad. Parte del arquetipo planteado por el equilibrio de nuestras pulsiones y cómo éstas determinan nuestra imagen consciente e inconsciente de nosotros mismos. El amor propio se reduce a una estabilidad psiconeurológica de nuestra personalidad con respecto a la imagen del "yo", y la consecuente secreción correcta de neurotransmisores que sólo se ve afectada en ciertas condiciones patológicas de la conducta. Requiere que nuestro sistema límbico esté en su completa capacidad de establecer sintonía o resonancia con el de nuestros congéneres más cercanos. La salud del pensamiento, expresada en este amor hacía uno mismo, es necesaria para poder extender ese amor fuera del sistema individual.
Cuando se comprende esto entendemos que el amor es algo que va más allá de suplir carencias, de llenar vacíos emocionales o cumplir con una necesidad biológica transitoria. Que es un sentimiento, un juicio y una conducta que se fundamenta en la acción repetida de compartir estados de bienestar, malestar y experiencias en general. Que la posesión es algo que se encuentra bastante alejado de una concepción científica de lo que se determina como amor, ya que esta posesión limita el crecimiento intra e interpersonal de aquellos que están involucrados en esta relación de afecto.
Y que en carácter de fenómeno social (siendo seres creados a partir de nuestras relaciones sociales), como dice una de mis películas favoritas: “El amor es lo único que somos capaces de percibir que trasciende las dimensiones del tiempo y del espacio”.
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