Reciprocidad.
Recíproco.
Palabra que proviene del adjetivo latín "reciprocus" compuesta a su vez por los términos "Recus" y "Procus" que transmiten la idea de hacía atrás y hacía adelante respectivamente. Palabra que se aplicaba en tiempos primitivos a las olas del mar por su movimiento de vaivén y más adelante aplicado en el verbo "Reciprocare" aplicado a operaciones comerciales de intercambio o trueque en la que los valores intercambiados se correspondían exactamente en su valor.
Esta palabra es quizás una de las más importantes desde antes del nacimiento del lenguaje ya que ha determinado los parámetros bajo los cuales se realizan los más básicos intercambios de bienes, materiales e inmateriales, propiedades y correspondencias sociales.
Es un concepto que está escrito a fuego en la genética humana desde que esta se estableció como especie y la sociedad dio sus primeros pasos en los caminos que los cazadores y recolectores dejaban tras su caminar. Culturas aborígenes basan sus primitivas pero complejas políticas de intercambio practicando las mal llamadas "economías de regalo" como las definía Bronisław Malinowski, antropólogo británico que revolucionó su campo de investigación con sus bien conocidos trabajos de campo, a partir de sus datos recolectados en su expedición a las islas Trobriand en Papúa Nueva Guinea, acerca de lo que hoy conocemos con el anillo o intercambio Kula.
El intercambio Kula consistía en una actividad social que envolvía una serie de comunidades que habitaban en estas islas, en la que constantemente viajaban kilómetros en canoas para entregar objetos específicamente ornamentados y sin ningún valor práctico, a los habitantes de las islas vecinas en una constante entrega y recepción de regalos. Con la observación de esta práctica Malinowski describe lo que el llamaba economía de regalo. Sin embargo la propuesta de Malinowski estaba incompleta y fue Marcel Mauss, sociólogo francés, quien escribió al respecto complementándola y debatiendo los aspectos fundamentales de los conceptos establecidos por el antropólogo británico. Estos objetos tenían un alto valor social más allá del monetario, lo que envolvía estas prácticas en unas telas de honor y prestigio bastante alejada del altruismo involucrado en el concepto de "regalo" que tenemos hoy día en nuestra sociedad moderna. Malinowski establecía que estos regalos eran intercambiados entre individuos a lo que Mauss replicó determinando que estas transacciones se daban entre comunidades a través de representantes de las mismas contribuyendo esto a la visión jerárquica del Kula que Mauss defendía. También agregó a la teoría de Malinowski que estos supuestos regalos siempre eran entregados bajo la premisa de que se recibiría uno de igual o más valor a cambio, confiriéndole un carácter recíproco a estas actividades de intercambio y alegando que estos correspondían a una prestación total por el hecho de que estos portaban con el significado y poder de una sociedad en su totalidad. Estos objetos eran intercambiados en una relación de reciprocidad entre sociedades que mantenían sus rangos a través de estás posesiones inalienables.
Más allá de esta práctica social que nos permite un entendimiento más amplio y práctico acerca del concepto de la reciprocidad, existen otros ejemplos de más antigua data y de carácter más trascendental como lo es la Regla de Oro, principio practicado desde tiempos inmemoriales. Correspondiente según Marshall Sahlins, antropólogo estadounidense, a la "reciprocidad generalizada" en la que se da un bien sin garantía de recibir uno a cambio a corto plazo o incluso no recibirlo, es la regla que determina el clásico "trata a los demás como te gustaría que te tratasen". Desde la Historia del Campesino Elocuente en Egipto, pasando por el principio romano de Do ut des, hasta el precepto #19 El Camino de la Felicidad de una religión actual como lo es la scientología, es un principio que hace presencia absoluta en los movimientos teológicos que conformaron y siguen conformando nuestra sociedad humana.
Sin embargo esta regla tiene, en su conformación como regla propiamente dicha, un error fatal: La falta de consideración hacia la multiplicidad de la percepción. Puesto en palabras sencillas, no considera que cada individuo tiene un punto de vista distinto y, en ocasiones, hasta opuesto a lo que otro pueda considerar como bueno. Es una regla que universaliza lo que se considera como una buena conducta, dando por hecho que todos esperan lo mismo de todos, haciendo del concepto de lo que se espera algo invariable, estableciendo lo "bueno" y lo "malo" como situaciones de blanco y negro. El concepto queda corto cuando se aplica a las múltiples convenciones sociales que existen en nuestro mundo multicultural. No entra dentro de ella consideraciones tan propias de la humanidad como el castigo al crimen, como planteaba Kant cuando criticaba la regla dorada por su falta de validez en cuanto a diferentes situaciones. Por ejemplo un criminal podría apelar a la regla dorada pidiéndole al juez que este lo liberara porque a él (el juez) no le gustaría estar preso.
Si bien la regla dorada tiene estás enormes fallas, no pierde validez. Es un precepto que se mantiene fuertemente ligado a la especie que sigue y seguirá determinando el curso de la acción de nuestra sociedad. Pero si es tan universal y afianzado dentro de nuestra dinámica moral ¿Cómo puede tener fallas tan fundamentales? El hecho de su error no viene dado por su significado per se sino por su carácter de norma, de regla. Esta se expresa de forma correcta como una descripción. Lo universal es la reciprocidad, es a lo que tiende nuestra conducta y es lo que describe la regla de oro. Sin embargo la reciprocidad va más allá del bien o del mal, la cualquier situación dada o de cualquier percepción. Muchas veces no se recibe lo que se da, en mayor o en menor proporción, porque lo dado puede tener menos o más valor para la persona que lo recibe. Sin embargo lo que esta persona devuelva a cambio será, desde su propio punto de vista, equivalente a lo recibido. La reciprocidad siempre se mantiene, lo que que cambia es el valor percibido hacía los objetos o acciones que se incluyen en el intercambio.
Muchas veces damos mucho de nosotros esperando obtener lo mismo de vuelta como retribución, pero muchas veces no es así. Más de pensar que nuestras acciones fueron realizadas en vano, tenemos que considerar el valor que el receptor le da a estas acciones y, conociendo ese valor, ajustar nuestra conducta. Podríamos considerar, partiendo de la premisa de que no se puede conocer en primera instancia y de forma completa el valor subjetivo que otro individuo le da a las acciones que son dirigidas hacía su persona, que ninguna acción que, para nuestra percepción, sea buena debe ser realizada por la probabilidad de que esta carezca de importancia para el receptor. Con esta premisa como válida nos estancaríamos en una sociedad de neutralidad conductual basada en un principio de incertidumbre. Pero sabemos que la sociedad no se comporta de esa manera. Esto se debe a que hay acciones que son casi universalmente aceptadas como buenas en forma de convenciones sociales y costumbres que nos permiten llevar las relaciones de lo más general a lo específico, modificando nuestra conducta a medida que las personas van dando más o menos valor a nuestras acciones, de acorde a nuestra naturaleza social y dinámica.
La reciprocidad de acción como algo dinámico y cambiante no sirve para apoyar la idea del altruismo (idea con la que siempre he tenido alguna clase de conflicto) sino más bien a una especie de egoísmo racional. El altruismo nos lleva a darlo todo por el bien del otro sin considerar que el bien del otro puede ser el sencillamente no recibir nada. Las buenas acciones no se deben realizar de manera indiscriminada porque terminan atentando contra la integridad propia en un proceso autodestructivo. Comenzamos nuestras relaciones con acciones que son determinadas como buenas como convención social pero que carecen de peso moral por su propia naturaleza de conducta acordada. Y es dependiendo de lo que recibimos como retroalimentación a nuestras acciones lo que establece como nos seguiremos comportando. Sería algo cercano al "Haz dependiendo de lo que te hagan a ti" pero comenzando siempre con buen pie.
No pongas la otra mejilla sino te besaron la otra primero.
Esta palabra es quizás una de las más importantes desde antes del nacimiento del lenguaje ya que ha determinado los parámetros bajo los cuales se realizan los más básicos intercambios de bienes, materiales e inmateriales, propiedades y correspondencias sociales.
Es un concepto que está escrito a fuego en la genética humana desde que esta se estableció como especie y la sociedad dio sus primeros pasos en los caminos que los cazadores y recolectores dejaban tras su caminar. Culturas aborígenes basan sus primitivas pero complejas políticas de intercambio practicando las mal llamadas "economías de regalo" como las definía Bronisław Malinowski, antropólogo británico que revolucionó su campo de investigación con sus bien conocidos trabajos de campo, a partir de sus datos recolectados en su expedición a las islas Trobriand en Papúa Nueva Guinea, acerca de lo que hoy conocemos con el anillo o intercambio Kula.
El intercambio Kula consistía en una actividad social que envolvía una serie de comunidades que habitaban en estas islas, en la que constantemente viajaban kilómetros en canoas para entregar objetos específicamente ornamentados y sin ningún valor práctico, a los habitantes de las islas vecinas en una constante entrega y recepción de regalos. Con la observación de esta práctica Malinowski describe lo que el llamaba economía de regalo. Sin embargo la propuesta de Malinowski estaba incompleta y fue Marcel Mauss, sociólogo francés, quien escribió al respecto complementándola y debatiendo los aspectos fundamentales de los conceptos establecidos por el antropólogo británico. Estos objetos tenían un alto valor social más allá del monetario, lo que envolvía estas prácticas en unas telas de honor y prestigio bastante alejada del altruismo involucrado en el concepto de "regalo" que tenemos hoy día en nuestra sociedad moderna. Malinowski establecía que estos regalos eran intercambiados entre individuos a lo que Mauss replicó determinando que estas transacciones se daban entre comunidades a través de representantes de las mismas contribuyendo esto a la visión jerárquica del Kula que Mauss defendía. También agregó a la teoría de Malinowski que estos supuestos regalos siempre eran entregados bajo la premisa de que se recibiría uno de igual o más valor a cambio, confiriéndole un carácter recíproco a estas actividades de intercambio y alegando que estos correspondían a una prestación total por el hecho de que estos portaban con el significado y poder de una sociedad en su totalidad. Estos objetos eran intercambiados en una relación de reciprocidad entre sociedades que mantenían sus rangos a través de estás posesiones inalienables.
Más allá de esta práctica social que nos permite un entendimiento más amplio y práctico acerca del concepto de la reciprocidad, existen otros ejemplos de más antigua data y de carácter más trascendental como lo es la Regla de Oro, principio practicado desde tiempos inmemoriales. Correspondiente según Marshall Sahlins, antropólogo estadounidense, a la "reciprocidad generalizada" en la que se da un bien sin garantía de recibir uno a cambio a corto plazo o incluso no recibirlo, es la regla que determina el clásico "trata a los demás como te gustaría que te tratasen". Desde la Historia del Campesino Elocuente en Egipto, pasando por el principio romano de Do ut des, hasta el precepto #19 El Camino de la Felicidad de una religión actual como lo es la scientología, es un principio que hace presencia absoluta en los movimientos teológicos que conformaron y siguen conformando nuestra sociedad humana.
Sin embargo esta regla tiene, en su conformación como regla propiamente dicha, un error fatal: La falta de consideración hacia la multiplicidad de la percepción. Puesto en palabras sencillas, no considera que cada individuo tiene un punto de vista distinto y, en ocasiones, hasta opuesto a lo que otro pueda considerar como bueno. Es una regla que universaliza lo que se considera como una buena conducta, dando por hecho que todos esperan lo mismo de todos, haciendo del concepto de lo que se espera algo invariable, estableciendo lo "bueno" y lo "malo" como situaciones de blanco y negro. El concepto queda corto cuando se aplica a las múltiples convenciones sociales que existen en nuestro mundo multicultural. No entra dentro de ella consideraciones tan propias de la humanidad como el castigo al crimen, como planteaba Kant cuando criticaba la regla dorada por su falta de validez en cuanto a diferentes situaciones. Por ejemplo un criminal podría apelar a la regla dorada pidiéndole al juez que este lo liberara porque a él (el juez) no le gustaría estar preso.
Si bien la regla dorada tiene estás enormes fallas, no pierde validez. Es un precepto que se mantiene fuertemente ligado a la especie que sigue y seguirá determinando el curso de la acción de nuestra sociedad. Pero si es tan universal y afianzado dentro de nuestra dinámica moral ¿Cómo puede tener fallas tan fundamentales? El hecho de su error no viene dado por su significado per se sino por su carácter de norma, de regla. Esta se expresa de forma correcta como una descripción. Lo universal es la reciprocidad, es a lo que tiende nuestra conducta y es lo que describe la regla de oro. Sin embargo la reciprocidad va más allá del bien o del mal, la cualquier situación dada o de cualquier percepción. Muchas veces no se recibe lo que se da, en mayor o en menor proporción, porque lo dado puede tener menos o más valor para la persona que lo recibe. Sin embargo lo que esta persona devuelva a cambio será, desde su propio punto de vista, equivalente a lo recibido. La reciprocidad siempre se mantiene, lo que que cambia es el valor percibido hacía los objetos o acciones que se incluyen en el intercambio.
Muchas veces damos mucho de nosotros esperando obtener lo mismo de vuelta como retribución, pero muchas veces no es así. Más de pensar que nuestras acciones fueron realizadas en vano, tenemos que considerar el valor que el receptor le da a estas acciones y, conociendo ese valor, ajustar nuestra conducta. Podríamos considerar, partiendo de la premisa de que no se puede conocer en primera instancia y de forma completa el valor subjetivo que otro individuo le da a las acciones que son dirigidas hacía su persona, que ninguna acción que, para nuestra percepción, sea buena debe ser realizada por la probabilidad de que esta carezca de importancia para el receptor. Con esta premisa como válida nos estancaríamos en una sociedad de neutralidad conductual basada en un principio de incertidumbre. Pero sabemos que la sociedad no se comporta de esa manera. Esto se debe a que hay acciones que son casi universalmente aceptadas como buenas en forma de convenciones sociales y costumbres que nos permiten llevar las relaciones de lo más general a lo específico, modificando nuestra conducta a medida que las personas van dando más o menos valor a nuestras acciones, de acorde a nuestra naturaleza social y dinámica.
La reciprocidad de acción como algo dinámico y cambiante no sirve para apoyar la idea del altruismo (idea con la que siempre he tenido alguna clase de conflicto) sino más bien a una especie de egoísmo racional. El altruismo nos lleva a darlo todo por el bien del otro sin considerar que el bien del otro puede ser el sencillamente no recibir nada. Las buenas acciones no se deben realizar de manera indiscriminada porque terminan atentando contra la integridad propia en un proceso autodestructivo. Comenzamos nuestras relaciones con acciones que son determinadas como buenas como convención social pero que carecen de peso moral por su propia naturaleza de conducta acordada. Y es dependiendo de lo que recibimos como retroalimentación a nuestras acciones lo que establece como nos seguiremos comportando. Sería algo cercano al "Haz dependiendo de lo que te hagan a ti" pero comenzando siempre con buen pie.
No pongas la otra mejilla sino te besaron la otra primero.
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